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En 2025, la imagen corporativa ya no será un “bonito añadido”, sino el músculo de la supervivencia empresarial. 

Con consumidores hiperinformados, empleados que exigen coherencia y regulaciones que vigilan cada movimiento, un error de reputación puede costarle a una empresa hasta un 30% de su valor en bolsa (según un estudio de Deloitte de 2023). 

¿Cómo navegar este paisaje sin caer en crisis? Acá algunas de las acciones clave que debe adoptar (y los errores que debe evitar) para construir una marca respetada y relevante.

Primero, los “Do’s” Imprescindibles

DO: Humanizar la marca con historias reales (no con slogans)

Los clientes desconfían de la publicidad tradicional. En su lugar cuente historias de empleados; Microsoft comparte testimonios de trabajadores con discapacidades que ayudaron a diseñar sus herramientas de accesibilidad. Muestre el proceso, no solo el resultado; un fabricante de moda ética que revela cómo reduce residuos en sus fábricas. Use datos con alma: en vez de decir “50% menos de emisiones”, muestre a comunidades afectadas por su proyecto de reforestación.

¿Cómo ayuda una asesoría? Identificamos las historias auténticas dentro de su organización y las convertimos en narrativas multiplataforma.

DO: Integrar IA ética en su comunicación

La inteligencia artificial será su aliada, pero con reglas. Personalice sin invadir usando chatbots que resuelvan dudas, pero no almacenen datos sin consentimiento explícito. Genere contenido útil: una aseguradora que crea videos con IA para explicar cláusulas legales en lenguaje simple. Audite sesgos revisando que sus algoritmos no discriminen por género, raza o edad en campañas segmentadas.
Starbucks usa IA para recomendar productos, pero siempre permite que un humano tome el control si el cliente lo pide.

DO: Convertir a los empleados en embajadores

El 76% de las personas confía más en los mensajes de los empleados que en los de los CEOs (Edelman, 2024). Acciones clave son capacitar en comunicación interna, entrenando a su equipo para compartir logros en LinkedIn con lineamientos claros;  celebrar la autenticidad, permitiendo que los colaboradores muestren su personalidad en redes, como hace HubSpot. Escuche y actúe: si un empleado señala un problema ético, conviértalo en una mejora tangible y comuníquelo.

DO: Adoptar una postura clara (y actuar en consecuencia)

La neutralidad es riesgosa. En 2025, se espera que las marcas defiendan valores públicos. Elija una o dos causas alineadas a su ADN, como hace Patagonia con el ambientalismo o Ben & Jerry’s con la justicia social. Colabore con expertos: una fintech que lucha contra el fraude debería aliarse con asociaciones de víctimas, no solo con influencers. Mida y comparta su impacto, porque no basta con donar dinero, hay que muestrar cómo cambió vidas (ej.: becas con seguimiento anual).

Sin una asesoría: Correrá el riesgo de elegir causas “de moda” que no resonarán con su audiencia real.

DO: Prepararse para crisis inesperadas (hasta en metaversos)

El 68% de las crisis de reputación en 2024 surgieron de plataformas nuevas (TikTok Live, deepfakes en Discord). En 2025 hay que simular crisis en entornos XR y entrenar al equipo para manejar boicots en mundos virtuales. Monitoree en tiempo real usando herramientas de IA para detectar rumores en foros oscuros o chats cifrados.  Responda con velocidad y empatía: por ejemplo, cuando un usuario señaló sesgo racial en un algoritmo de Airbnb, la compañía lo corrigió en 48 horas y publicó un plan de acción.

Ahora los “Don’ts” Mortales

DON’T: Ignorar a los empleados en su estrategia de marca

No silencie las críticas internas, una queja de un colaborador en Glassdoor puede viralizarse más rápido que un comunicado oficial. No use a los empleados como “robots”: si su equipo no cree en los valores de la marca, ningún slogan los salvará.

Ejemplo negativo: Un banco que exigió a sus trabajadores publicar selfies “felices” durante un despido masivo. Resultado: burlas masivas en redes.

DON’T: Caer en el “Purpose Washing”

No abuse de fechas clave: Publicar un logo con los colores del Orgullo en junio sin políticas reales de inclusión LGBTQ+ es contraproducente. No copie discursos, porque si todas las marcas de su sector hablan de “sostenibilidad”, es necesario que diferencie su mensaje con acciones únicas.

DON’T: Sobrecargar de Autenticidad

No fuerce la “imperfección”; los consumidores notan cuando una marca finge espontaneidad (ej.: un CEO “casual” que claramente leyó un guion). No exponga conflictos internos sin un plan: Hablar de problemas de diversidad está bien, pero solo si tiene soluciones concretas.

Error común: Una startup que publicó sin filtros sus pérdidas financieras para parecer “transparente”, pero sin explicar cómo las superaría. Resultado: inversionistas retiraron fondos.

DON’T: Descuidar la Privacidad

No use datos sin contexto; ofrecer descuentos por embarazo a una cliente que solo buscó cremas antiestrías es perturbador, no personalizado. No subestime las regulaciones: multas como el 4% de la facturación global (GDPR) pueden ser devastadoras.

DON’T: Dejar la Reputación en Manos del Marketing

No aisle a los departamentos: Si RRHH, Legal y Comunicación no colaboran, su mensaje será incoherente. No reaccione, anticipe: recuerde que una aerolínea que solo se disculpa por retrasos después de 100 quejas en Twitter pierde credibilidad.

La Imagen Corporativa 2025 es un ecosistema, no un logo. La reputación se construye en cada interacción: desde un correo electrónico automatizado hasta un comentario de un empleado en Reddit. Los “do’s y don’ts” no son una lista de tareas, sino un marco para la coherencia radical.

Una asesoría externa le ofrece una mirada objetiva que detecte los puntos ciegos entre su identidad y su percepción pública; le brindará experiencia en tendencias emergentes, desde metaversos hasta leyes de transparencia algorítmica; y le permite conexión con stakeholders, manera influencers, ONGs y medios clave para su sector.

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El oficio de reinar se supone para toda la vida, pero particularmente desde el siglo XX está probado que necesita algo para no desaparecer. Excepto en Inglaterra, donde la Reina Isabel II acaba de cumplir 93 años todavía al timón, después de 66 de reinar.

Y, me preguntarán, qué tiene que ver eso con las relaciones públicas. Pues todo.

Porque Isabel es el producto estrella de una marca llamada la Corona de Inglaterra, y su permanencia es un ejemplo notable de cómo establecer la lealtad de marca durante más de seis décadas.

La marca Windsor -esa familia y Casa Real a la que pertenece la Reina- supo establecerse exitosamente como la “marca país” del Reino Unido desde inicios del siglo XX.  En una serie de movidas de relaciones públicas, la reinante familia creó todos los elementos necesarios para establecer un vínculo emocional fuerte con sus consumidores, basado principalmente en la identificación.  Convertirse en parte del ideario nacional de los británicos fue la labor clave que ha permitido la permanencia de los Windsor en el trono inglés.

Isabel aprendió bien la lección de sus antecesores, y de su familia (su abuela y su madre fueron clave en ello), e incluso desde antes de subir al trono estableció para sí uno de los elementos primordiales de una exitosa imagen de producto: una promesa de venta sólida.

En un discurso público en 1947, para su cumpleaños número 21, y ya sabiendo que le tocaría reinar, Isabel lanzó su frase de oro: “I declare before you all that my whole life whether it be long or short shall be devoted to your service and the service of our great imperial family to which we all belong.”

Una vida entera dedicada a servir. No hay nada que cale más hondo en el top of mind de consumidores afincados en la tradición y la permanencia -como son los ingleses- que una declaración de producto como esa.

E Isabel ha sido fiel a su promesa de producto ya casi durante 70 años.

Una Reina sólida

De la fresca jovencita que subió al trono en los 50 a la venerada anciana que sigue montando a caballo y atendiendo eventos públicos, Isabel II ha hecho de sí misma la encarnación de su promesa de venta, y dado a la marca Windsor la solidez necesaria para mantenerse vigente.

Como toda marca, claro, atravesó su gran crisis de imagen allá por los años 90, con el escándalo alrededor de Lady D (marca competidora, “la princesa del pueblo”) y el Príncipe Carlos. Fue el Annus Horribilis, en palabras de la propia Reina. Pero supieron aplicar, como corresponde, un proceso de manejo de crisis que incluyó las famosas cuatro R, y sacó adelante la marca.

Por eso digo que es el ejemplo ideal de mercadeo y relaciones públicas, sobre todo si pensamos que venden un producto casi anacrónico, la monarquía. Basándose en una sólida imagen y un producto fuerte, han logrado que sus consumidores sigan fieles a la marca a través de los años, sin importar el constante intento de la competencia (los republicanos, por supuesto) de sabotear ese consumo.

El gran reto será en el futuro inmediato, porque el producto humano no es eterno. Caduca. Es el temido London Bridge Down de las autoridades inglesas. ¿Qué pasará cuando desaparezca ese producto fuerte que sostiene a la marca?  De momento, las opciones son tratar de revitalizar un producto envejecido y que ha tenido altibajos notables en el tiempo (Carlos) o apostar directamente por nuevos productos, en una movida de cambio y modernización (William).

Esto último ya ha comenzado, pero todavía hoy la marca Windsor se sostiene en el gusto del consumidor gracias a su producto estrella.  Será cuestión de tiempo para ver la prueba.

De momento, la han superado con creces.