Comencé en el oficio de escribir profesionalmente cuando las máquinas de escribir terminaron de cederle su lugar a los teclados de las computadoras.
Todavía estaba lejos el tiempo en que las hojas de papel iban a ser sustituidas por espacios determinados en una pantalla de computadora, y no llegaba aún la sofisticación de los programas que son capaces de darte, en tiempo real, la cantidad de texto que va uno escribiendo, palabra por palabra.
En aquel tiempo, y durante mucho más teníamos una medida estándar que era la base según la cual calculábamos cuánto podíamos escribir para reportear una noticia, escribir un reportaje, una columna de opinión, incluso la carta de un lector o lectora con deseos de quejarse. Esa medida base eran 1.500 caracteres.
Escritos en una máquina -de las mecánicas o las computarizadas- 1.500 caracteres son la extensión equivalente de una hoja común y corriente, y su uso se generalizó para calcular la cantidad requerida para textos de distinta extensión. De mil quinientos en mil quinientos iban acumulándose las páginas, fueran de una simple nota de prensa o de un libro.
Esa cantidad de letras era moneda común de todos quienes escribíamos.
Fue por eso que decidí bautizar este blog con el nombre en clave con el cual quienes escribimos reconocemos la extensión en palabras de una hoja de 8,5 por 11 pulgadas: 1500 caracteres.
Es en parte un homenaje a un tiempo que se esfuma, el de las hojas de papel, y un recordatorio de la persistencia de las cosas. Mientras el lenguaje binario no se termine de apoderar de todo cuanto hay, sobrevivirá esa medida para indicarnos lo recorrido y lo que falta por recorrer.
Como el tic tac de los relojes mecánicos, el paso de 1500 a 1500 nos recuerda lo inexorable del espacio-tiempo.
Todavía hoy me toca, de vez en cuando, repetirle a alguien que se necesitan mil quinientos caracteres para tal o cual texto, y lleva la consabida pregunta-respuesta de qué es eso.
Por supuesto, les dejo aún más en el aire cuando respondo que se trata de una “cuartilla”.
Bienvenidos y bienvenidas, pues, al blog de Alphabeta Comunicaciones.
Dino Starcevic, Gerente General
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